Los intereses creados

¨¨¨¨ El camarógrafo realizó un primer plano de la cara. La joven lucía llorosa y terriblemente desesperada: los ojos a punto de salírsele de las órbitas, el grito atorado en la garganta, el corazón casi asomando por la boca. El periodista se regocijaba por dentro. Esas escenas iban a transmitirse por los canales televisivos de todo el mundo. Quizá ahora sí alcanzaría el tan anhelado Pulitzer.
¨¨¨¨ Por doquier se escuchaban gritos y sirenas. Nubes de polvo confundían los rojos y granates que bañaban el paisaje. Aquí y allá los bomberos trabajaban para apuntalar las esquirlas traicioneras y los policías se afanaban en esconder a los negros de las cámaras, de restar ceros a los muertos y agregarle héroes vacuos a la mentira de la patria invicta.
¨¨¨¨ Una pequeña niña rubia lloraba buscando a su madre. El periodista rompió la ventana de una juguetería – para los grandes propósitos no cuentan los daños menores -, birló una muñeca y la revolcó en tierra y sangre antes de dársela, para que al filmarla el cuadro resultara más aterrador. Atrás, alguien gritó que una mujer se tiraba desde una ventana. El que soñaba con el Pulitzer maldijo al camarógrafo por no haber estado atento.
¨¨¨¨ Las órdenes de arriba eran axiomáticas. Muchas muestras de dolor, las que quisieran; pero que fueran de las clases altas. Nada de mostrar cadáveres, eso sí; porque aún se podía creer en los milagros, pero no en esas patrañas de la resurrección.


¨¨¨¨ Ayer te clavaron en un madero, Hombre, y en el carnaval de hoy los sepultas en cemento tras otra máscara...