Surrealismos
Terminé de acomodar mis cosas y decidí dormir. No es mi costumbre acostarme temprano, pero últimamente había tenido muchos problemas para conciliar el sueño... Y lo que es peor, cuando lo lograba, sufría de las más inquietantes pesadillas.
Un ángel. Un ángel, sobrevolando la inmensidad de la noche. Hace frío entre las nubes y allá abajo, lejano, se ve el campo. El aire gélido corta su piel y le entumece las alas. En el horizonte, se besan el cielo y la tierra.
Había dado tantas vueltas, que perdí la cuenta. Era verano, y reinaba un calor asfixiante. Por más que lo intentaba, sólo conseguía tener pequeños lapsos de adormecimiento, y enseguida me despertaba, inquieto.
Sobre los pastizales y bajo la noche, retozan las ovejas. Algunas duermen. El ángel mira con ternura cada uno de esos pedacitos de lana donde se refleja la luna. El pastor ha abandonado su vigilia y yace recostado sobre una piedra.
A lo lejos se escuchaban aullidos. Esos malditos perros de mis vecinos no se callan nunca. Necesito descansar para poder funcionar bien al otro día, y así no lo iba a conseguir jamás. ¡Qué tedio! ¡Qué envidia tuve en esos momentos de la gente que puede dormirse apenas se acuesta!
Manchas negras se acercan por todos lados, a gran velocidad, hacia las ovejas. ¡Lobos! El ángel teme. Atacan. ¡Lobos! Sangre, sangre animal sobre los campos. Balidos estertóreos. ¡Lobos! El ángel planea. Desciende.
Contar ovejas era lo más irónico que podía hacer, después de los malos sueños. Además, mientras más me empeñaba en dormirme, más despierto me sentía... Pero no quería abrir los ojos, porque suponía que eso me despabilaría.
Se enfrentó a las fieras. No tenía espada, ni puñal, ni cuchillo. Era un ángel pacífico.
Y al final, fue la recompensa lograr el sueño, la tranquilidad, luego del trabajo hecho.
Un ángel. Un ángel, sobrevolando la inmensidad de la noche. Hace frío entre las nubes y allá abajo, lejano, se ve el campo. El aire gélido corta su piel y le entumece las alas. En el horizonte, se besan el cielo y la tierra.
Había dado tantas vueltas, que perdí la cuenta. Era verano, y reinaba un calor asfixiante. Por más que lo intentaba, sólo conseguía tener pequeños lapsos de adormecimiento, y enseguida me despertaba, inquieto.
Sobre los pastizales y bajo la noche, retozan las ovejas. Algunas duermen. El ángel mira con ternura cada uno de esos pedacitos de lana donde se refleja la luna. El pastor ha abandonado su vigilia y yace recostado sobre una piedra.
A lo lejos se escuchaban aullidos. Esos malditos perros de mis vecinos no se callan nunca. Necesito descansar para poder funcionar bien al otro día, y así no lo iba a conseguir jamás. ¡Qué tedio! ¡Qué envidia tuve en esos momentos de la gente que puede dormirse apenas se acuesta!
Manchas negras se acercan por todos lados, a gran velocidad, hacia las ovejas. ¡Lobos! El ángel teme. Atacan. ¡Lobos! Sangre, sangre animal sobre los campos. Balidos estertóreos. ¡Lobos! El ángel planea. Desciende.
Contar ovejas era lo más irónico que podía hacer, después de los malos sueños. Además, mientras más me empeñaba en dormirme, más despierto me sentía... Pero no quería abrir los ojos, porque suponía que eso me despabilaría.
Se enfrentó a las fieras. No tenía espada, ni puñal, ni cuchillo. Era un ángel pacífico.
Y al final, fue la recompensa lograr el sueño, la tranquilidad, luego del trabajo hecho.
Al despertar al día siguiente, a mi alrededor todo era un revoltijo de plumas y de sangre. Además, me faltaban cuatro ovejas. Por más que las busqué, no pude hallarlas.
2 Comments:
Sí, sí: tengo una severa fijación con los pastores, los lobos, la masacre con las ovejas y los ángeles... Y sobre todo con construir parábolas endebles con la conjunción de los cuatro. Quién sabe, quizás fui pastora en mi vida pasada... O una oveja devorada por los lobos.
Tal vez no haya otra suerte que ser pastor, o lobo u oveja y nos pasemos el tiempo que dure el tránsito por este y otros mundos, alternando los roles.
Gracias por comentar en mi blog. Saludos.
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