Espinas y Mariposas

Este es un blog de poesías, cuentos, fantasías... Quimeras y utopías...

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Nombre: ♥ஐMaría Cieloஐ♥
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Para desvestirme, elijo la rúbrica... Como ropa, el papel; y para pelear contra el mundo, una pluma...

jueves, 30 de julio de 2009

El color de los semáforos

······· Hola, doctor. ¿Cómo le va? Mire, vengo por razones tan concretas como ridículas. No, no se adelante, créame lo que le digo, son absurdas.
········ Vengo porque he dejado de reconocer el color de los semáforos. No, no me expliqué bien. No precisamente su color, sino su significado. No sé cuándo debo cruzar a llegar a una esquina. Al principio, dudaba de a quién le correspondía detenerse ante el color rojo, pero en estos días ya ni siquiera sé qué significa el semáforo. Y como eso, me ocurren miles de cosas parecidas.
······· He olvidado que las puertas tienen cerraduras y cerrojos, y cuando la eventualidad me lo recuerda, me frustra saber que en la mayoría de los casos tengo la llave, pero no puedo reconocerla. Mientras converso con el más querido de mis amigos, olvido su nombre, y desfilan por mi mente infinidad de vocativos inconexos. Cuando camino, siento que los pozos y las acequias se esfuerzan por tragarme. A veces temo mirarme al espejo y no encontrarme; y a medida que avanzo por la vida siento que me voy partiendo y perdiendo trozos de mí. Tiene que ayudarme, doctor. En los momentos más inoportunos, de improviso y sin importar la situación en la que me encuentre, suelo quebrarme; mi pecho se cierra y tengo que sentarme y luchar contra las lágrimas. No tengo motivos para que esto me ocurra. Siento que el tiempo es una bola gigante que avanza y me aplasta, que todo gira en una danza frenética mientras mis pies han echado raíces en esta angustia. A veces quisiera gritar, pero alguien me ha robado los gritos. Quisiera destruir el mundo, pero sólo puedo quedarme quieta, murando cómo todo arde.
······· ¿Qué desde cuándo me ocurre esto? Desde hace exactamente una frase de seis palabras, doctor, una frase que me dijeron, que demonizó todos mis miedos y exorcizó todas las esperanzas remanentes. Seis palabras, doctor, que se me han grabado a fuego en la piel y en la mente, que desde que fueron pronunciadas revolotean en mi cabeza y supuran tristeza por mi herida. Seis palabras: un demostrativo para mencionar el problema; un adverbio para encapsular el resto de las cobardías; un pronombre para incluirse en lo dicho; un verbo lacerante y lapidario; un nimio indefinido y un sustantivo para desmitificar la cuantía dela acción.
······· Sí, doctor, sé que las palabras hay que medirlas por de quién provienen; pero eso no importa en este caso, porque quien las pronunció es un pobre diablo que no puede con su soledad ni con sus huesos, que teme más a la realidad que a perderse en el intrincado laberinto de sus fantasías; y que intenta volcar en mí su odio hacia sí mismo por n entender qué es lo que siente… El autor en nada le otorga un valor agregado a esta frase, pero tampoco la desmerece, y los cataclismos siguen sucediéndose en mí desde que se me ocurrió escucharlas. Muchas veces no medimos lo que decimos, pero el otro siempre va a medir lo que valemos por lo que expresamos… Y sería fantástico que yo pudiera centrarme sólo en la lástima. Pero no, lo que me domina es otro miedo; miedo de volver a oír lo mismo, otra vez, de alguien que verdaderamente importe, terror de que alguien vuelva a pensar esa frase, siquiera; porque ella engloba todo mi mundo y lo resume en un solo e insalvable obstáculo.
······· Tengo miedo, doctor. Miedo a perderme, a romperme en miles de fragmentos cristalinos, a convertirme en cenizas en el viento. Temo despertar un día y no saber quié soy, ni cuánto valgo. Antes me atemorizaba no hallar una salida a todo esto, pero ahora, sin embargo, simplemente me estoy convenciendo de que no existe.
······· ¿Usted cree que podemos hacer algo? Sí, sí, doctor. No se haga problema. Volveré a verlo la semana que viene.


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