Espinas y Mariposas

Este es un blog de poesías, cuentos, fantasías... Quimeras y utopías...

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Nombre: ♥ஐMaría Cieloஐ♥
Ubicación: Ciudad de Mendoza, Mendoza, Argentina

Para desvestirme, elijo la rúbrica... Como ropa, el papel; y para pelear contra el mundo, una pluma...

lunes, 20 de febrero de 2006

De carne somos

***El cura suspiró. Hacía calor dentro del confesionario, y el relato de los pecados de esa impía que esperaba su perdón lo empeoraba. La mujer no sólo se esmeraba en confesarle el número de todas sus parejas sexuales, con nombre y apellido, sino que también detallaba lugares, encuentros, posiciones... El padrecito comenzó a sentir gotas frías cortando su espalda. Se aflojó el collarín. Ya casi no sabía dónde meter sus manos.
***Llegado el punto cúlmine de su desesperación, justo cuando dudaba entre abrir la puerta y echar a correr, o cometer una atrocidad allí mismo, la mujer terminó de hablar.
**- La penitencia, padre.
**- Un Padre Nuestro y dos Avemarías, hija. Y que no se vuelva a repetir.

sábado, 18 de febrero de 2006

La ciclotimia del amor

***Primero viene el enamoramiento: los fuegos artificiales, los insectos en el estómago, las miradas ardientes, el ansia de abrazo, las emociones potenciadas, la escalera al cielo, la montaña rusa. Un punto de infinita densidad se halla en cada beso y el Big Bang estalla en el ensamble de los cuerpos.
***Después, la rutina. El cansancio, el tedio, el aburrimiento, los mismos ojos siempre, el mismo cuerpo, el mismo lazo. Las mismas fallas cada vez. Y el reloj como un hacha pendular asesina, goteando infinitud a sus espaldas. Los amantes huyen de sí mismos por callejones oscuros, encontrándose siempre al final de los enredados laberintos.
***Llega el odio. Tenue, difuso, semilla malvada que nunca es plantada en tierra infértil. Se agrandan las fisuras, puede verse en detalle cada grieta. Crece la impulsividad, el temor, lo vacuo. Aparecen los Otros (reales o imaginarios), en un escenario ya desvastado.
***Se desencadena la Tempestad. El redescubrirse a uno mismo y al otro, el replanteamiento de los hechos, la tregua (personal y dual). La reafirmación de las bases. El vuelco sincero del corazón hacia las cómodas conveniencias o el cumplimiento de viejos pactos (hacia uno mismo o hacia el otro)
***De nuevo, el enamoramiento.

***Se hace constar que estos períodos psico - temporales del amor pueden sucederse en un matrimonio, en un noviazgo, en una relación corta, o en una breve charla de café, una tarde en el centro.

viernes, 17 de febrero de 2006

Sinsentido

········Es verte
···············y temblarme el pulso
·····querer arrojarme a tus brazos
·························arañarte
············morderte
····························descoserte
·················Ver fluctuar tus ansias
··············tu lujuria
··Fiera en celo
·························que reniega del caudal
········de llenar la piel de mieles
································los miembros
···············las papilas
····El sinsentido
····················subconsciente
···········hermético
···································atenaza
·················demonios en las sienes.

Imagina el horror

Imagina tu horror si un día, al llegar a tu casa, tu mascota te observara detenidamente y luego te hablara. Imagina qué sentirías si de pronto las paredes se alargaran, se agrietaran, y empezaran a murmurar sus secretos a voces. Imagina, imagina la sensación de ver cómo todas las máquinas cobran vida propia. ¿Ves los monumentos caminando libres por las plazas?
No. La sutil barrera de la cordura te protege de pensar siquiera en estas cosas. No imagines. Sólo ríete y sigue con tu normal y rutinaria vida, donde los animales escuchan, las paredes no hablan, las máquinas te obedecen y los monumentos se aburren en su letanía de metal.

martes, 7 de febrero de 2006

die Träume sind real

Siento tu mirada como arañas recorriendo mi cuerpo subiendo por mis pantorrillas acariciando mis piernas balanceándose en mi ombligo un voraz deseo de nada de todo del salto al vacío nos sacia las bocas te tiemblan los labios mi grito se ahoga la gota cae se comba la noche te miro y vas vienes duele otras caras desde los espejos nosotros ellos contigo me escapo de mi tu mano me enreda los sueños son reales los sueños

domingo, 5 de febrero de 2006

De recuerdos y palomas

Luisa estaba sentada en el parque aquella fría mañana de invierno, mientras las hojas caían sin gracia y se arremolinaban a su alrededor. La muchacha tenía un aspecto frágil que se había acentuado en los últimos meses. Miraba con indiferencia el universo que la rodeaba: en su rostro lívido se desdibujaba la angustia y una palidez lechosa marcaba sus facciones. En su mente las imágenes transcurrían, saltaban y se entremezclaban con una rapidez abrumadora.
Todo había empezado seis años atrás.
- Seis años - pensó.
Unos niños corrían elevando una cometa. Luisa Goosens, estudiante de cuarto año de la secundaria, se paseaba de la mano con un guapo bachiller. Ella, con su tez aceitunada y ojos como las avellanas, parecía despedir sólo encanto y amabilidad al andar. Esto había cautivado a Brend. Un poco mayor que ella, - solo tres años - mostraba ya un futuro prometedor. Mantenía la postura erguida con orgullo, porque quería pavonearse frente a sus amigos con la linda muchachita que tenía a su lado. Sus cabellos rubios y la nariz aguileña le añadían importancia a su figura.
Ese día estaban contentos. Los padres de Luisa acababan de permitirles pasear juntos. Los jóvenes disfrutaban con la mutua compañía, se tenían mucho afecto. No existían secretos entre ellos. Ese día marcó sus vidas. El día que él empezó a llamarla "querida"
- Oh, querida... No sabes cómo sufro cuando no estamos juntos...
Las voces en su cabeza gritaban, giraban, se retorcían junto con las imágenes: los niños jugando, la cometa, las risas, los colores; pero no podía recordarlo a él, su voz, su voz...
-
Querida... Querida...
Sólo la palabra "querida" y luego el sufrimiento, el dolor, la ausencia.
Se habían casado para demostrarle al mundo que se querían. Y había comenzado la catástrofe.
Empezaron a llegar unos días después de la boda. Eran unos vehículos gigantes, enormes, con fuego humeante que salía de la punta de unos cañones. Tenían ruedas, unas bastante grandes, de esas de las que si no te andabas con cuidado podían pillarte un pie. Luisa los cotejaba con su casi infantil inocencia, eran... Oh, cómo se llamaban...
- Tanques, Brend les decía tanques de guerra, guerra, guerraaaaaaaaaa...
Esa palabra le abría un surco en el medio del alma, por donde escapaban las lágrimas que empapaban su rostro. Era una palabra fea, que no quería recordar, pero la muy maldita se enroscaba y se expandía amenazando con devorar todos sus demás pensamientos.
Empezaban los enfrentamientos. Comentaban que un dictador loco estaba creando diferencias en alguna parte... Pero nadie hablaba del tema, sus amigos los evadían, pasaban a su lado sin siquiera saludarlos... A veces oía frases al viento.
-
Habrase visto... Una judía y un alemán juntos...
- Mala combinación, ¿eh?
- Mmmm, esto al Führer no le gustará nada...

No supo por qué éstas se le asemejaron víboras venenosas reptando en los recovecos de su mente.
Ya no podían salir juntos. Una vez, cuando alguien les había lanzado una piedra, Brend recibió el impacto por protegerla. Luisa consideró que eso era el acabose y decidieron renunciar a sus paseos. Ella podría quedarse en casa. El pueblo se estaba quedando vacío, y los nuevos habitantes - que llegaban todos los días en camiones con armamentos -, no sabrían que ella se estaba ocultando. Brend se encargaría.
Al comienzo fue fácil. Vivían tranquilos. Brend había abastecido la casa para que Luisa no tuviera que dejarla en mucho tiempo. Pero ella sintió un cambio. Su marido le ocultaba algo, lo veía en sus ojos. Ya los besos no eran los mismos. Parecía que un témpano de hielo se interponía entre ellos.
Cuando él salía, Luisa se desnudaba y se miraba al espejo, buscando alguna deformación, alguna mancha, algo que la hiciera diferente o desagradable para su marido. Se examinaba los dientes, los ojos, las manos. Sí, quizás fueran las manos. Como ya no poseía elementos de belleza ni podía adquirirlos, no podía cuidar sus manos. Pero no era grande la diferencia. Quizás la piel... Pero eso en ningún momento eso le había importado a su marido. ¿Por qué ahora?
Un día llegó la sentencia.
- Quieren que me una a ellos...
Y esas palabras zumbaban, no sabía si dentro de su oído o de su pensamiento. Recordó las lágrimas amargas y calientes que habían corrido por sus mejillas aquella vez, y también las explicaciones, que se le antojaron vanas, yertas, inútiles.
- Si no lo hago sospecharán...
- ¿Qué haría un alemán sólo, aquí, en esta casa..?
- Vamos, querida, no llores...
Y estaba también el abrazo, el último que ella recordaba.
Pasaron unos días. Luisa se quedó en la lóbrega casa, esperando que Brend regresara. Claro que no lo hizo. Ahora se hospedaría con los "otros", los "diferentes a ella" e "iguales a él". Lo vio pasar frente a la ventana un par de veces. No giró la vista. Seguro que era para no levantar sospechas. Oh, pero sus ojos estaban tan fríos....
Se cansó. Se cansó de la desesperanza, de la ignorancia, de sí misma, de su prisión, de su amor que no volvía, del frío y de la soledad. Se rebeló contra el mundo y encendió la estufa a leña en su hogar. Reía mientras una columna de humo se dejaba ver sobre la casa supuestamente deshabitada.
Salió a dar un paseo al parque. Y allí estaba, sentada sola en un mundo que la contenía pero que la negaba, cubriéndose lentamente de hojas. Estaba segura de que la habían visto. Ya no le importaba.
-
Luisa...
La voz se le antojó terriblemente atormentada.
- Luisa, no me mires, por favor, sé que así sufrirás menos... Y yo también... Luisa... Te dije que no dejaras la casa...¿Sabes cuánto te amo?.. No, no lo sabes... Ni tampoco entiendes cómo me duele hacer esto... Luisa... Déjame estar un rato aquí a tu lado... Mirarte... Te amo mucho, lo sabes... ¿Verdad?... ¿Verdad que sabes que no quiero hacer esto? Pero tengo que hacerlo...
¿De dónde salía ese recuerdo? Quiso volver a guardarlo en su memoria, olvidarlo, sepultarlo... Pero en un momento se dio cuenta con un terror irónico que no era un recuerdo, oh no, estaba sucediendo... Alguien se sentó a su lado.
-
Me enviaron a mí, querida...
Cómo le dolían esas palabras, eran pequeñas dagas afiladas clavándosele lentamente en el alma.
- El comandante no sabe nada, me dijo que me tocaba a mí, que acabara con la última, ¿qué querías que hiciera? No quiero, no quiero, pero no pude negarme, algo me dice que es mejor así, luego podremos estar para siempre juntos, te lo prometo... Estamos predestinados... Oh, Luisa...
Luisa sintió cómo el último atisbo de duda se esfumaba para siempre. En un rapto - de inspiración, de locura, de deseo, de recuerdo, de vida - se volvió para besar a su esposo. En el momento en el que sus labios tocaron los de Brend, se oyó un disparo en el parque.
El comandante, que los observaba desde lejos, al ver el movimiento de Luisa temió por la vida de su soldado. Pero no se equivocó al elegirlo para aquella tarea; era el más rápido, calculador, frío y certero disparando, parecía que las luchas en el campo de batalla lo habían privado de toda humanidad. Se acercó corriendo.
Brend abrazaba el cuerpo inerte. Su cara no reflejaba sentimiento alguno, pero sus ojos poseían un rictus de dolor. Pronunció en voz queda y pausada.
- ¿Qué he hecho...? ¿Qué he hecho..?
Cuando el oficial intentó felicitarlo por haber cumplido con su tarea, el reflejo del sol en el arma del soldado, al moverse ésta, lo incandiló. Brend se llevó la pistola a la sien. Se oyó un disparo... Y en la quebrada quietud de la tarde, dos pájaros volaron juntos al cielo.

sábado, 4 de febrero de 2006

Chicas...

Mi corazón es una paloma que se alimenta con las migajas de sus cariños...

jueves, 2 de febrero de 2006

El descubrimiento de América

Carraspeó y sorbió la bebida que había dejado sobre la mesa, en la cubierta del barco. Oteó el horizonte y contempló ese sol que mordía rabiosamente las nubes y resbalaba gotas sobre la piel. El calor hacía la tarde densa e insoportable. Meneó la cabeza, como queriendo espantar fantasmas indeseables y se puso a observar a los marineros. Parecían pequeñas marionetas; trapeaban, manejaban el timón, trazaban una y mil veces el mismo camino desde la popa hasta la proa llevando pesadas cargas: pensó si la madera del barco aguantaría tantos ires y venires o si ya tendría en su seno el surco trazado por tantos zapatos de goma.
Ya las estrellas escupían su luz y el hombre seguía en el barco. Hacía ya un tiempo que se encontraba allí. Sus pupilas, su mente, su cuerpo, sus vísceras se habían acostumbrado al incansable vaivén de la embarcación y por las noches prefería el consuelo de la luna a la celda de su camarote. Pasaba las noches buceando en recuerdos de amores perdidos, de pensamientos obscuros y algunos tenues, algunos lúcidos y otros abstractos, algunos puestos en el arribo y otros en aquella partida. ¿ Qué era lo que debía hacer? Ah, sí... Se sentía él mismo un títere macabro del destino.
De pronto alguien gritaba como para despertarlo que ya estaban cerca y ya todos se preparaban para dejar el navío. Sintió el romántico y apasionado encontronazo del metal con la tierra anhelada, al mismo tiempo que se sentía arrastrado como por un rebaño de bestias que saltaban enloquecidas buscando quién sabía qué.
Bajó la rampa del barco y miro a sus costados antes de saber que hacer. Posó su vista sobre aquellos pequeños vestidos con harapos, extendiéndole su mano como para regatearle una infancia sin hambre. Trató de esquivarlos como pudo, su mano no estaba para regalar caramelos ni fantasías. Una llovizna grisácea amenazaba con arruinarle el traje nuevo. Se acercó a la calle y bajo el cartel que decía "Puerto" abordó un taxi. "A la calle Arlington, por favor" "¿Qué tal su viaje?" "Extenuante. Diez días desde Europa en barco, un crimen. Y todo por este maldito trabajo, donde cada vez pagan menos" "No se preocupe, aquí estamos todos igual" "Y decían que Norteamérica era el ombligo del mundo..."
Cuando bajó del auto entró a Mc Donald's a atragantarse en diez minutos una hamburguesa. El ritmo de la vida crecía a pasos agigantados, y él no estaba como para aletargarse. Un cartel rezaba "508 años del descubrimiento de América..."; con unos puntos suspensivos al final que parecían guiñarle un ojo invitándolo a la reflexión. Y mientras hacía malabares con las papas fritas, la gaseosa helada y una milanesa envuelta en un papel que gritaba "alimento transgénico", su mente se perdió entre pensamientos sobre Cristóbal Colón, su nuevo mundo, potencias mundiales, globalización, desforestaciones, matanzas y un para qué que se abría brindándole quién sabe qué pensamientos tenues y abstractos...


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