.... Estoy cansada de rebuscar en mis huesos, mis cenizas, tratando de encontrar fuerzas tras cada fracaso; cansada de volverme ígnea, impoluta, infranqueable; de vender mentiras de férrea dignidad a quien quiera comprarlas. ¡Qué cerca se encuentra una de la soledad a cada instante, y cuán altas las murallas que nosotros mismos nos imponemos! .... Quisiera abrir los brazos y razgar el empapelado gris de estas paredes que me limitan, que me ciegan el horizonte. Pero ya ves, mis alas están resentidas de tanto volar sin encontrarte, de tanto creer que estás allí sin poder verte. Y aquí las sombras siguen comiéndose la tarde y yo deslizo, suave, mi pluma sobre esta hoja, buscándote en esta bruma de lágrimas y ecos.
.... Te he llamado, sí. Le grito tu nombre en la cara a la gente que pasa, a las hojas que caen, a los pasillos vacíos. Pero nunca vienes. Ni siquiera respondes. Tal vez me esté equivocando... Tal vez tu nombre sea otro, tras todas las máscaras. ¿Pero qué importan las palabras? Importan las ansias. A veces me gustaría tomarlo y explotarlo y tirarlo al viento, echarlo a volar como palomas. Porque no es tu nombre lo que busco, no tu cuerpo; sino mis ganas de hallarte y compartirte el mío, ya que es en vos donde yo me vuelvo humana.
... Como ves, esto está podrido. Ya se quebraron los espejos y me partí en pedazos, ya me ahogué con lágrimas en las primeras lluvias, ya palpé tantos vacíos que se me ampollaron las manos. Pero, como siempre, hago un rejunte de huesos, de cenizas, de dolor y de llanto, y resurjo como el Fénix, para seguir luchando. ¡Vulgar dilema de los dolientes! No puedo hacer nada para remediarlo. Mientras tenga fuerzas, seguiré luchando.