Sobre los gatos y los libros
°°°°° Durante varios años de
mi vida tuve la idea romántica de tener una habitación en mi "futura e
hipotética" casa repleta de bibliotecas y libros: una linda ventana con
luz natural que diera a un patio verde y florido, un comodísimo sillón central
y un gato, sentado cómodo y mirando fijamente desde alguno de los estantes.
(Cualquier similitud con "La continuidad de los parques" siempre fue
pura coincidencia). Concebí esta idea sin haber tenido siquiera un gato en mi
vida: siempre he criado y preferido los cánidos, pero el romanticismo y la
imaginación son inexorables.
°°°° Pasado el tiempo y en la
lucha por ese sueño, me llené de bibliotecas dispares y de libros más dispares
aún; nunca dejé de observar sillones en las mueblerías y tapicerías, aunque
nunca lograra convencerme; y ahora, con mi casona antigua, enorme y verde lista
para devorarme y albergarme entre sus sombras, adopté, finalmente, una gata
mestiza de ojos claros e inteligentes.
°°°°° Sin embargo, he llegado
a la cuenta de que la vida no viene con manual de instrucciones ni con normas
preestablecidas. Mis libros se encuentran lejos de poder tapizar más de dos
paredes y aún más distantes de ofrecer aquella imagen desordenadamente perfecta
y colorida de mi imaginación: más bien, parece una biblioteca de alguien con
muy poco gusto y cabeza para sintonizar los muebles; el diseño de mi sillón y
su textura son incombinables o mis expectativas sobre él, demasiado altas; y a
mi gata, que siente suma devoción por devorar las hojas de mis libros, literalmente,
no le gusta merodear por los estantes...