Espinas y Mariposas

Este es un blog de poesías, cuentos, fantasías... Quimeras y utopías...

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Nombre: ♥ஐMaría Cieloஐ♥
Ubicación: Ciudad de Mendoza, Mendoza, Argentina

Para desvestirme, elijo la rúbrica... Como ropa, el papel; y para pelear contra el mundo, una pluma...

miércoles, 30 de noviembre de 2005

El Mar

El mar... ¡Oh, el mar! Con su vaivén eterno, de venir trayendo agua, de traer viniendo espuma, de ida y vuelta, partida y comienzo de la inmensidad... ¡El mar! Con su inacabable sueño azul, que se pierde a lo lejos, en un horizonte tan inalcanzable como las estrellas, perseguido por las gaviotas que se afanan en cruzar ese tajo de nostalgia... Hermoso y anhelado mar, con tu clamor de gigante herido, con tu constante romper de olas cual caballos desbocados, con tu olor salobre que golpea los sentidos... Mar, cuéntame tu secreto para permanecer incólume y persistente al paso de los años... Soy sólo una inocente enamorada de tu salvaje paciencia...

lunes, 28 de noviembre de 2005

Surrealismos II



Carolina se asomó a los ojos de ese hombre, brillantes, cautivadores, que le ocultaban abismos infinitos. Se acercó a los labios trémulos que la invitaban a besarlo. Fraccionó un segundo en mil, en su cabeza, y atisbó una duda. Contrajo su cuerpo, las infinidades y su inseguridad; y se lanzó, hundiéndose en el beso más delicioso de su vida.
Despertó.
No se llamaba Carolina.
Ni siquiera era mujer.

domingo, 20 de noviembre de 2005

Billetera deshilachada

Habían quedado en juntarse en el bar de la esquina, para charlar un rato y ponerse al corriente de sus vidas. Hacía tiempo que habían dejado de ser esos dos chiquilines compañeros de escuela... Diez años hacía que no se veían.
Ella había estado un tiempo fuera del país, y al volver – quizá por soledad o desapego – había comenzado a llamar a sus conocidos para reunirse con ellos. Él fue el único que aceptó la reunión, ya que le sobraba el tiempo.
La esperaba sentado. Al verla venir, quedó deslumbrado por su apariencia y lo costoso de sus ropas. Ya en el bar, y luego de algunos tragos, fue enterándose que ella era una importante empresaria, una mujer exitosa, buscada por las mejores compañías.
Con el correr de las horas, previó que la hora de la despedida se acercaba. Se excusó para ir al baño. Pensó que conocía de sobra el mundo de las mujeres como ella, donde el hombre siempre debe hacerse cargo de los gastos.
El monto de lo que ambos habían consumido se presumía elevado, y, él, nervioso, examinó sus vetustas vestimentas de albañil, sus manos callosas, de uñas secas y carcomidas... Sacó su billetera deshilachada de un remendado bolsillo, y luego de mirarla con alegórica tristeza, volvió a guardarla. Espió por el ojo de la cerradura. Ella seguiría esperándolo.
Silenciosamente, escapó por una ventana de los sanitarios.

Craucasach

Cuando despiertas en la noche, y vas por un vaso de agua, ¿escuchas el eco inocente de tus pasos? Son las pesadillas acercándose. ¿El crujir de las maderas y los plásticos? Es la vida subyacente de la casa. ¿El sonido de tu respiración? Son los fantasmas, susurrándote. ¿Ese clamor, casi silencioso pero eléctrico, que parece subir desde el centro mismo de la tierra? Son los gritos de las cucarachas al morir.

sábado, 19 de noviembre de 2005

Dieta Nuestra

Dieta nuestra, que estás pegada en la heladera,
santificada sea tu prohibición;
no vengan a nosotras las calorías;
hágase tu régimen en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro seguimiento de cada día;
perdona nuestros deslices,
como también nosotras perdonamos a las que se tientan;
no nos dejes caer en la ansiedad,
y líbranos de los kilos.

jueves, 17 de noviembre de 2005

Surrealismos

Terminé de acomodar mis cosas y decidí dormir. No es mi costumbre acostarme temprano, pero últimamente había tenido muchos problemas para conciliar el sueño... Y lo que es peor, cuando lo lograba, sufría de las más inquietantes pesadillas.
Un ángel. Un ángel, sobrevolando la inmensidad de la noche. Hace frío entre las nubes y allá abajo, lejano, se ve el campo. El aire gélido corta su piel y le entumece las alas. En el horizonte, se besan el cielo y la tierra.
Había dado tantas vueltas, que perdí la cuenta. Era verano, y reinaba un calor asfixiante. Por más que lo intentaba, sólo conseguía tener pequeños lapsos de adormecimiento, y enseguida me despertaba, inquieto.
Sobre los pastizales y bajo la noche, retozan las ovejas. Algunas duermen. El ángel mira con ternura cada uno de esos pedacitos de lana donde se refleja la luna. El pastor ha abandonado su vigilia y yace recostado sobre una piedra.
A lo lejos se escuchaban aullidos. Esos malditos perros de mis vecinos no se callan nunca. Necesito descansar para poder funcionar bien al otro día, y así no lo iba a conseguir jamás. ¡Qué tedio! ¡Qué envidia tuve en esos momentos de la gente que puede dormirse apenas se acuesta!
Manchas negras se acercan por todos lados, a gran velocidad, hacia las ovejas. ¡Lobos! El ángel teme. Atacan. ¡Lobos! Sangre, sangre animal sobre los campos. Balidos estertóreos. ¡Lobos! El ángel planea. Desciende.
Contar ovejas era lo más irónico que podía hacer, después de los malos sueños. Además, mientras más me empeñaba en dormirme, más despierto me sentía... Pero no quería abrir los ojos, porque suponía que eso me despabilaría.
Se enfrentó a las fieras. No tenía espada, ni puñal, ni cuchillo. Era un ángel pacífico.
Y al final, fue la recompensa lograr el sueño, la tranquilidad, luego del trabajo hecho.
Al despertar al día siguiente, a mi alrededor todo era un revoltijo de plumas y de sangre. Además, me faltaban cuatro ovejas. Por más que las busqué, no pude hallarlas.

miércoles, 16 de noviembre de 2005

Sobre el maquillaje

Las mujeres se pintan antes de salir. Elena, por ejemplo. Luego de trazar amorosamente sus contornos (se elegía raquítica o pulposa, según sus aspiraciones de agradar a tal o cual amante), escoger el color de sus ojos (cada noche uno diferente), delinear sus labios, controlar su pulso para que ninguna de las pestañas le saliera torcida, debía pensar en qué color de piel usar. Ésa era la parte más tediosa, ya que debía comenzar aplicándose la base desde la punta de los pies (más adelante vendría el calcio para simular las uñas) y seguir hasta la frente (cuidando que no se le ensuciara el pelo, previamente pintado con pinceles finitísmos y exageradamente delicados).
Ya está”, decía, retocándose la rodilla, “por esto muchas mujeres se cansan y un día desaparecen, hacen huelga de pintura y ya es imposible verlas. El otro día, porque ella iba despintada, me choqué con Carla y casi me corre toda mi pintura. Así, una no las ve y a cada rato suceden accidentes... O la gente anda diciendo que hay ánimas sueltas, que flota el control remoto, por ejemplo, cuando solo es Silvia cambiando de canal
Pero el cansarse de la pintura no es el único problema que tienen las mujeres. Cuando llueve, no salen. Se ven, esporádicamente, luego de una copiosa lluvia, hilitos de agua coloreada, corriendo por las veras del asfalto; pertenecientes a pobres víctimas sorprendidas por la tormenta. Además, tienen que estar dispuestas en todo momento al retoque; por lo que se las puede ver a todas acarreando pesados equipajes cargados con pinturas y pinceles.
También, la enorme gama de posibilidades de elección les ha quitado un poco de personalidad. Nada más que una dé con un estilo que le atraiga más amantes, ¡y allá van todas a pintarse como ella! Esto aburre un poco a los hombres, que a veces solo desearían algo de originalidad y estabilidad, antes que tanto cambio constante (lo que trae, además, problemas conyugales, porque si a Fulanita le gusta el marido o el novio de Menganita, se pinta como ella, ¡y ya está!, el género masculino siempre es fácil de burlar... Basta con que la impostora le muestre una de sus zonas, allí donde ha debido atenuarse la capa de pintura y hacer firuletes y figuras redondeadas con el lápiz, y ya el hombre no se fija en cuán firme es la línea de las pestañas o si el color de ojos es el mismo que el de su novia / esposa...)
¡Y ni hablar de las pobrecitas que no tienen demasiado pulso!” seguía pensando Elena “No es raro andar viendo un montón de Picassos sueltos, caminando lo más campantes por ahí
Retocó un poco el centro de su pupila derecha (le había faltado el puntito blanco, ese del brillito) y salió, de lo más feliz, a buscar quién la besara esa noche. Por suerte, había elegido un labial intransferible y de larga duración.

La orgía del lenguaje ( Solo para entendidos ^.^ )

El lenguaje es algo que duele en el alma. Es como una serpiente que crece en el pecho, pugnando por desenroscarse, liberarse... Clavando sus aristas filadas, expandiéndose, buscando romper la matriz que las contiene y las encierra, las palabras luchan por diluirse, inundando los sentidos, fluyendo al exterior, a otras matrices que las alberguen, que les den nuevas aristas, nuevos lugares para volver a desbordar.
¿Es visceral el lenguaje? ¿Es fisiológico? ¿Psicológico? ¿Psíquico? ¿Natural? Dentro de cada persona hay una constante orgía literaria, morfológica y sintáctica, donde se entremezclan verbos, adjetivos, sustantivos... Los Sujetos sienten una gran atracción por los Predicados, pero estos, hastiados, a veces los engañan con las Conjunciones; los Gerundios profesan una tendencia sadomasoquista, lo que encanta a los Participios... Pero a veces ellos también se cansan y se van, disfrazados de Adjetivos, a retozar con los Adverbios – quienes no advierten el cambio -... La otra pobre mitad de la frase verbal queda sola, en busca de la más irónica e impersonal de las satisfacciones... Se pueden observar las más variadas y descabelladas escenas de celos, como la del Sustantivo gritándole al Adjetivo si acaso su engaño con el Verbo había sido su Objeto Directo... O algo intransigente, transitorio, transitivo...
Pero lo que duele es el resultado de estas desenfrenadas saturnalias: en toda esta eterna copulación, es la concepción lo que lastima. La procreación de nuevos y candorosos monstruos, que se lanzarán a su vez a crear más confusión, más monstruos, hasta que en un momento todo estalla y uno quiere retener esas palabras que se escapan, quiere atraparlas, dando manotazos, pudiendo aprehender sólo algunas, las elementales, nunca las adecuadas, nunca las que nos hubiera gustado apresar... Y en ese constante deseo insatisfecho, esa constante insatisfacción de haber dejado escapar las correctas, uno las encierra en una jaula de papel, apaga la luz y se va a dormir... Mientras el engendro sigue acechando sobre la hoja.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Ay, Corazón...

¡Ay, Corazón! ¡Que me quemas, que me comes despacio, que revoloteas y huyes..! ¿Dónde quedó la seguridad que me brindabas? Corazón de criterio inútil, de divagaciones imprecisas, corazón que te mueres de a ratos, por aburrimiento o abandono... Te faltan pasiones, Corazón, ciertos empujes: te añejó la rutina, te amilanó el siemprelomismo, te venció el hastío. ¿Qué se hizo de todo aquello que gritabas, batallante? O será acaso que en la última batalla, feneciste sin avisarme... ¡Corazón de fuego, Corazón inexplorado! Ojalá ningún otro arda en un tormento eterno, como tú, sin al menos haber recibido una vez puerto para su alma errante...

Mutable, pero Eterno (Homenajes)

No hay nadie que me guste más que Dolina, que me cautive más que Lewis, que me entretenga más que Esquivel, que idolatre más que a Sábato, con quien me haya sentido más identificada que con Kafallo o que me hastíe más que Borges. No hay nadie a quien haya estudiado con más ahínco que a Vargas Llosa, que tema más que a Goethe, que me dé más curiosidad que Baudelaire, que me enamore más que Rubén Darío, que me apasione más que Neruda o a quien le deba más que a Meehan. No hay nadie que me haya desencantado más que Bach, que me dé más tedio que Tolkien, que me transporte más que King, que me haya hecho llorar como Lafourcade, a quien haya leído más veces que a Süskind, que me atormente más que Eco, me encienda más que De Sade o me excite más que Reyes. No hay nadie con el que esté de más de acuerdo que con Benedetti, que me haya dado más pesadillas que Lovecraft, que me trastoque más que Rulfo, que me haya roto la cabeza más que Navokov, que respete más que a Homero, a quien quiera parecerme más que a Rice, que me haya puesto más melancólica que Bird o con quien haya vivido más aventuras que con Dumas.
Aunque mutables, todas esas son pasiones eternas. Como el amor que te tengo. Porque puede morir el Momento, pero es el Recuerdo de la Sensación lo infinito...

domingo, 13 de noviembre de 2005

Todavía te pienso

¿Sabés? Todavía te pienso. Te recuerdo entre el humo de los cigarrillos, entre el disturbio de los cafés, entre algunas canciones viejas... Donde el corazón empieza a palpitar más fuerte y te reconoce el pensamiento, en cada lugar donde una se distrae y el espíritu revolotea libre. Trato de verte, en ocasiones, a través de la gente, entre las multitudes... Te busco, todavía, aunque sepa que está mal, que me está vedado, que no debería. ¿Pero qué le importa a una el deber cuando la soledad en la noche es más grande que la luna, y una se abandona a las ideas? A veces, hasta creo que si pudiera elegir, elegiría escapar contigo. Me contento con recordarte, pensarte sin errores, me conformo con inventarme alas para llegar hasta vos, con crear fantasías que me alejen de este mundo que no es perfecto, de este mundo donde yo estoy presa y vos no estás conmigo.
Nos vendieron una felicidad efímera en una hermosa caja de cristal; pero el vendedor le puso un precio tan caro, que aún lo estoy pagando. Pero fuimos felices, algunas veces. Y es a esas veces donde esporádicamente vuelvo, empeñando mis insomnios. Es mejor soñar que vivir el presente, porque el presente muerde con dientes de marfil, pero un lindo pasado rasca la espalda con uñas de nácar...
Perdón si el tiempo traicionó tu Secreto y me burlé de él. No sabía que de ese modo estaba construyendo el abismo que te dividiría de mí. ¿Dónde estás? ¿Estás ahí todavía, justo donde te necesito? No: yo sé que no. Pero no quiero perder mis fantasías, porque es suficiente no tenerte, como para también destrozar todo mi castillo de ilusiones. Por eso te busco sólo con el pensamiento, mi lindo, alto caballero de ojos claros y rosa negra en el ojal. (No, nosotros no nacimos en el siglo correcto...) Te debo algunas fantasías y los nombres que me elegiste, te extrañan mis conversaciones sobre Lovecraft, King, las películas malas y la muerte... (¡Ah, la muerte..! Cómo quisiera que fueras vos, mi ángel negro...) Todavía te encuentro entre los que te evocan; los que te conocen y te nombran no me dejan enterrar lo que ya ha muerto.
Creeme. Te has transformado en todos mis Otros.

jueves, 10 de noviembre de 2005

El secreto de la sonrisa de la princesa

En un país lejano, allá lejos y hace tiempo; vivía un monarca empático. Su castillo y sus tierras eran de los más ricos de la región. Era bondadoso, admirado por su buen juicio y su benevolencia. A los dieciséis años recibió el trono, al morir su padre en un combate. Sin embargo, no era feliz. Nada ni nadie podía satisfacerlo; ni banquetes, ni fiestas, ni evento alguno organizado en su honor.
Se había endurecido con el tiempo, raras veces sus facciones de roca eran surcadas por un atisbo de sonrisa. Sus súbitos y todos sus cortesanos se preocupaban hondamente por la situación. Después del don de la palabra, que es privilegio y único atributo del ser humano, hay otra manifestación del rostro, traducida como un desborde del corazón, como frescura de las aguas cantarinas y como un relámpago dulce: la sonrisa. El soberano hacía tiempo que no la manifestaba; y todos temían que su corazón fuera a endurecerse tanto como su rostro.
Y, sin embargo, nadie conocía el pesar del rey...
Dura había sido su vida; duro el camino que había tenido que recorrer desde que se despertó rey de una nación en ruinas. No había sido justo el reinado de su padre; a lo largo de los años tuvo que enmendar con sudor y lágrimas todos los errores de su progenitor. Esto no le había dejado el tiempo necesario para elegir compañera, pero, como era debido, su consejero había sido el encargado de transar y medir dotes hasta decidirse por una bella princesa de un reino situado a unas pocas leguas de allí. Esto le aseguraba no solo buena compañía sino también unas apetecibles hectáreas de tierra y unos cuántos sementales de novillo para agregar a las arcas de palacio.
Se casaron enseguida. No era despreciable la muchacha, fue feliz durante un tiempo con ella. Pero pasados sus años de adolescencia, y con el transcurso del tiempo, fue endureciéndose, callándose, ensimismándose, extinguiéndose poco a poco su felicidad, sus ansias y deseos. Empezó a conformarse, a dejar de luchar por más, a perder interés en las cosas.
No había motivos para quejarse, pues con lo que tenían todos vivían felices en el reino, pero... De a poco un ánimo gris comenzaba a bañar las cosas y todos fueron contagiándose de esa falta, de esa ausencia.
Y, sin embargo, nadie conocía el pesar del rey...
La reina era la única que, al parecer, aún contaba con esa pícara chispa y el brillo en sus ojos. Día a día veía hundirse a su esposo en un sopor del que le costaba salir. Nada podía hacer. Sin embargo, era inmune a la enfermedad que atenazaba el alma de todos. Se la veía consultar constantemente con la bruja de palacio, que le entregaba fórmulas y pociones, aunque nadie sabía en qué las utilizaba. Todos la comprendían y la compadecían, nadie dudaba en que se empeñaba en salvar a su marido, que ya había pasado de una empatía profunda a una apatía total, y que ahora agonizaba en el lecho, preso del vacío que llenaba su alma.
Y, sin embargo, nadie conocía el pesar del rey...
Y nadie nunca lo supo. Amaneció muerto una mañana, sin descendencia que pudiera sucederlo en el trono. Un gran pesar se adueñó de todo el lugar. Nadie reconoció la sonrisa maliciosa que se escondía en el rostro de la reina, una sonrisa contenida por mucho tiempo y que para ella encerraba todos los albores de la libertad.
Lloró con fingida tristeza en los funerales, luego de deshacerse de los frascos que contenían restos de ponzoñosas y letales pociones. Empacó sus mejores vestimentas y algunas riquezas, y procuró que nadie advirtiera su huída con el forastero que por tanto tiempo la había esperado a las afueras del palacio.

La decisión

Detuvo su marcha, escudriñando la espesura del bosque. Mantuvo su cuerpo quieto durante algunos instantes, y de repente la vio, iluminada por un relámpago. Aún le faltaban algunos metros, pero el brillo producido por el repentino haz de luz alumbrábale el camino.
La noche era obscura, del firmamento caía la furia de Dios transformada en cascadas de gotas cristalinas...
Ya estaba frente a ella. Permaneció unos momentos indeciso. Luego, la sostuvo entre sus temblorosas manos, decidiendo si quitarle le vida a esa hermosa creación o simplemente irse. Tuvo que tomar la decisión: optó por la primera.
Obtuvo lo que quería. Anduvo aún un rato por el camino hasta que llegó al umbral de su casa. De allí dentro salió una tenebrosa voz:
- ¡Miguel! ¿Qué hacés ahí afuera a esta hora y con esta lluvia?
- Nada, mami. Estaba cortando flores...

miércoles, 9 de noviembre de 2005

Tus ojos...

Me miraste con tus ojos llenos de luz. Estábamos solos en aquella inmensidad de verdes y plateados mientras la luna se reflejaba en la quietud de la noche. Eran la inmensidad tu boca y mis ojos, mi boca y tus ojos mientras me mirabas. Posabas tu inquieta pupila en mis labios interrogando la respuesta que no te daría. Me mirabas buscando y la noche era larga mientras el corazón se me acortaba en el pecho. Las estrellas palpitaban más rápido mientras mordías la luna con tus dientes de nácar. Y me mirabas.
Yo te andaba sintiendo a través del laberinto que me escondía la noche. Eran tus suspiros la bruma que me asfixiaba el alma. Tus ojos tentaban cosquillas en mis labios y era mi corazón una hoja que deshojaba el tiempo. Se eternizaba el momento y me mirabas, cuando eran tus ojos y tu boca, mi noche y la tuya.
Buscándote, tratando de encontrarme, me perdí en la verdad que me mentías y fue tu boca la que encontró la mía. Deglutiéndote, me comí la luna de tus ojos de plata, saboreé la inmensidad de la noche y de tu boca y fueron tus besos la puerta sin llave que se abrió a la estrella que ocultaba tu pecho.
Quizás dijiste algo, pero el vendaval de la memoria ha borrado las huellas. Un tajo de aurora comenzaba a herir la noche y a lo lejos el tiempo deshojaba una flor. Ya no me mirabas.

El señor del sombrero gris

El señor tomó el sombrero gris que descansaba sobre la mesa, saludó a todos y partió. Recorrió con el eco de sus pasos el pasillo, llegó al ascensor y lo esperó paciente, como cada lunes. Y abajo, salió del pasaje y caminó a través de calles oscuras y casi desoladas, atravesando plazas y recoletas. Siguió el triste y monótono camino que había recorrido miles de veces, con pasos nuevos que venían a posarse sobre pasos ya pretéritos, casi como trazando un surco entre la memoria y el olvido. Rozó otra vez las mismas farolas que le regalaban una vetusta luz a la árida vereda, la misma fuente que con su chorro llenaba de falso rocío el frío aire otoñal, las mismas calles, siempre lo mismo. Con su rostro inexpresivo iba captando las sensaciones, que nunca eran iguales. Ensimismado en sus pensamientos, el largo camino que debía recorrer hasta su hogar siempre le parecía más corto.
Allí lo esperaban como siempre su mujer y dos preciosos críos, regalo de su madurez, y que para él eran como dos soles. Eran una familia típica; unidos por las mismas luchas, los mismos temores, las mismas alegrías, las mismas realidades que unen al género humano y los agrupa en situaciones, formas y colores.
Cuando aún faltaban unas cuadras, encendió un cigarrillo. Una llama flotó en la viscosidad de la noche y pronto flameó y se alojó en el seno del tabaco. Con esas sensaciones vivía: el frío en el rostro, la soledad, la melancolía goteando en el alma, el caminar con el eco de los pasos en su cabeza, la dureza del camino como de la vida misma, la satisfacción del tabaco en su boca.Las luces del alumbrado siguieron sus pasos; acompañándolo. La noche sin luna se predecía larga bajo las sombras de los árboles. Dio la última pitada, disfrutando cómo el humo atravesaba su cuerpo y sus sueños, y arrojó lejos los restos del cigarrillo.
Llegó hasta la puerta de madera de una casa añosa y respetable, blanca y con ventanas que transmitían los secretos de su interior. Tomó una llave y luego de penetrar la soledad de la cerradura, entró. Saludó a la mujer que lo esperaba y a sus hijos, y se preparó nuevamente para esperar la semana que le regalaría otras rutinas, otros caminos, otros sueños.

martes, 8 de noviembre de 2005

El Bar del Infierno

(Una sola acotación personal: DOLINA TE AMOOOOOOO... Perdón por copiarte el nombre del cuento...)
Entro en el local de madrugada. Luego de echar un vistazo, me posiciono en uno de los taburetes. La nostalgia y la melancolía bailan un tango detrás del mostrador, mientras una luz mortecina baña el lugar. Lentamente, el bar comienza a renacer. El personal de limpieza, cual fantasmas, realiza una danza frenética y circular. Mis ojos aún burbujeantes acompañan sus movimientos, mientras me pierdo en recuerdos de noches pasadas. Las sillas que hibernaban sobre tristes y desgastadas mesas de madera levantan un suave murmullo al ser despertadas. El aire viciado del día anterior evoca susurros rancios de quién sabe qué conversaciones o secretos. Lentamente el fulgor del amanecer penetra en la habitación a través de las ventanas. El contoneo de las cortinas se asemeja a una danza de seducción, mientras el viento las traspasa haciéndoles cosquillas. La luz se compenetra y empieza a metamorfosearse en formas, colores y objetos. El todo en su conjunto parece prepararse para la próxima noche y la llegada de los mismos de siempre. Se destejen momentos pasados mientras arreglan los manteles; los sacuden, los violentan, los estiran y los preparan para otra jornada que será igual a todas las demás pero a la vez no se parecerá a ninguna. Una copa cae al suelo, el ruido rompe la circunstancia infinita del tiempo, y me evaporo con los últimos vestigios de la noche que se fue.

Falta de inspiración

El escribiente tecleaba furioso, con rabia, en la desvencijada habitación tapiada de sueños. Buscaba musas esquivas, negadas, que sobrevolaban, tenues, su pensamiento; sin tocarlo, burlándose. El joven se sentía preso, había perdido las llaves entre las idas y venidas de una pusilánime carrera de Contador, obligado a estudiar por sus padres. Sólo quería escribir, pero los números, signos, sumas y cuentas eran los asesinos de tanta filosofía destilada como bullía en su corazón.
La máquina de escribir lo miraba, era un destello en sus ojos y se extendía hacia sus deseos, sin poder alcanzarlo. El papel era sólo un reflejo de sus lágrimas, fatalmente incomprensible, casto, puro, virgen, inmaculado; cuando lo único que querían sus manos era llenarlo de palabras asesinas, tinta sangre, destrozarlo, masticarlo con ideas... Pero las teclas seguían impunes y sólo prometían vomitar palabras incomprensibles, telarañas de nada, sueños rotos. No había razón de seguir.
La silla chirrió como riéndose cuando el muchacho se levantó, tomó la máquina y la arrojó contra la pared. Ningún otro ruido le respondió, más que el que hicieron las teclas al difuminarse en mil gritos de un perdón injustificable. El chico salió de la habitación sin volver la vista atrás, quizá para perseguir algún otro sueño, menos efímero y más alcanzable.

Miedos

Una gota de sudor frío recorre su médula, lastimándolo como una espada de hielo. Es extraño. En la habitación hace un calor infernal. Está solo: solo y a obscuras. Es tarde y se ha cortado la luz... Maldita la hora en que se le ocurrió bajar al sótano a buscar la tijera. Ahora nada puede hacer, es peligroso caminar sin ver entre tantos objetos que podrían lastimarlo. Quién sabe cuánto deberá esperar sentado allí.
Un crujido llama su atención a su espalda. El espacio se comprime. El miedo lo embarga. No está solo... Qué tontería. No hay nadie más con él. Un suspiro. El viento en las tuberías. Algo se rompe a la distancia. El corazón que tamborilea sobre su pecho, sobre sus sienes. El tic tac lejano de un reloj que no es de él. El terror que lo atenaza.
Lo recuerda. Toma sus llaves. En el llavero hay una pequeña linterna. Se aferra a ella como el náufrago al salvavidas. La toca, la acaricia, se reconforta, se protege, se estabiliza. La enciende. Un haz de luz corta el silencio de la oscuridad.

Ilumina una forma viscosa, homogénea, peluda. Una rata. O quizá sólo sus miedos haciendo un torbellino del espiral de sus pensamientos...

lunes, 7 de noviembre de 2005

El rostro tras la máscara

Ella le recuerda que esa es la última pieza que va a tocar la orquesta, que ya es hora de quitarse el antifaz. Él le dice que no, que la noche debe terminar sin que ella sepa quién es él y sin que él sepa quién es ella. Porque nunca más se volverán a ver, ese ha sido el encuentro perfecto de un baile de carnaval y nada más.
- Ya es hora, querido, abandonemos esta noche de quimeras y arlequines para desnudar nuestros rostros y descubrirnos...
- ¡No es tiempo aún ni lo será jamás, no quebremos la magia de este encuentro que no volverá a unirnos!
- No puedo terminar esta danza sin conocer el compás de tus labios, pero sería muy frío besar esa boca de porcelana... ¡Abandona esa máscara que oculta tu rostro y déjame penetrar la incógnita de tu boca!
- No arremetas jamás así contra un hombre, que bien rápido perderías tu audaz arrogancia si en verdad conocieras mi rostro...
- Eres frágil cuál paloma y fácil me será dominarte, vamos, ven y acércate, que corta me será la noche para demostrarte mi amor – dicho esto, ella se quitó la máscara y se descubrió ante él – Querido – le mintió para conseguir sus propósitos – si supieras cómo he esperado este momento, poder mostrarme ante ti, y además, vislumbrarte... Ahora es tu turno... – y comenzó a forcejear con él para quitarle la máscara.
- Te advertí que no debías conocerme, pero si así lo quieres... Estúpida, debía llevarte mañana... – la infantil máscara de porcelana estalló en mil pedazos, que se proyectaron hiriendo a la muchacha en su cuerpo, rostro, ojos; cegándola, desangrándola, extinguiéndola.
Una sonrisa bailó sobre el rostro lívido, cadavérico, que había quedado descubierto. Unas alas se desplegaron en la noche. El ángel voló lejos mientras todos seguían bailando...

Diálogo entre dos

1- Me haces daño.
2- Sabes que no es mi intención.
1- Me hieres cuando me traspasas, cuando juegas con mis recovecos.
2- Sin embargo, no es a ti a quién debo lastimar, sabes que tu trabajo es sólo sostener a mi presa.
1- Pero igual me hieres.
2- No te quejes, sabes que eres fuerte. No puedo evitarlo, el asesino nunca lastima solamente a su víctima...
1- Pero se supone que tú me amas, fuimos creados para estar juntos...
2- Vamos, no seas tan cruel conmigo. Siempre discutimos por lo mismo.
1- Parece que no te importara. Claro, total, yo hago el trabajo sucio, sostengo a la víctima, traslado las partes, penetro en la boca del monstruo...
2- Sí, como si yo no debiese sufrir en carne propia lo que es cercenar a mi presa. Cada fibra que rompo, cada chillido que se ahoga explota en mis tímpanos y se comprime en mis venas. Pero no lo ves, no, porque el rugido de mi metal es insensible. A veces mis lágrimas se mezclan con la sangre que me obligan a derramar.
1- Calla, nunca te he visto llorar. No sigamos con esta discusión, es inútil. Es nuestro trabajo, nada más hay que decir.
2- Vamos, vamos, que ya comienza a sonar el réquiem y los jefes se inquietarán.

domingo, 6 de noviembre de 2005

Abre tus alas

Este texto lo escribí en el penúltimo año de la secundaria, para la revista que publicaba el curso, "El Mangrullo". El dibujo lo hizo una - en ese entonces - compañera mía, Mariela Santilli. ¡¡Grande Maru!!

¿Qué ves ahí? ¿Qué ves, desesperado, cuando te escondés atrás del vacío de tu memoria? No te vas a escapar de este presente huyendo de la realidad de la manera que lo hacés. No sirve de nada escapar: es cierto que a veces nos apabullan con tantas banalidades, tanta política, tanto compre ya, adelgace, píntese, viaje, mire, toque, levante, venga, vaya, quédese... A la llave de la felicidad no la venden en un kiosco. ¡Son tantas las redes y tan pocas las soluciones! Te creés que ya todo está estipulado, que es así por que sí, que no queda otra que volar lejos, muy lejos con la imaginación, con cualquier otro método... Que ya no se puede hacer nada, pero no es así, entendelo, todavía podes abrir los brazos y abrazar al mundo, o luchar, o lanzar la piña o contenerte, o gritarle todos tu injusticia... Porque mirarlos con indiferencia no los mata, ya no, el mundo cambió, cada vuelta de este planeta viciado es una lágrima más en la maroma de la infancia...
Ya me conocés, pibe, soy tu alma reprimida que quiere soltarse, pero ya me has sepultado tantas veces, no sé si fue tu culpa o a veces me enterraron otros... Oíme, estoy aquí, aún incomprendida, solitaria, reconozco que no me entendés; pero cada tanto te veo filosofando el infinito y me lleno de esperanza, si supieras cuán oscuros son los barrotes de este infierno... Soy tu alma, hermano, y me estoy muriendo. Dejame volar, quiero ser libre, expresáte, reí, llorá, amá, sufrí, cantá, no dejes que este mundo a veces gris a veces rojo te quite el dejo de alegría, que esta tecnología te publique el espíritu, no te dejes...

¡¡¡ LIBERATE Y LIBERAME!!!

jueves, 3 de noviembre de 2005

A mi chico - veneno

Yo no creo que las personas pertenezcan todas a una única especie distinguible, aunque dentro de esta misma exista todo un espectro de posibilidades. Yo creo en las personas - objeto, o en las personas - circunstancia.
Por ejemplo, hay personas - veneno. Las hay de veneno veloz y de veneno dulce, de veneno mortal y de veneno contagioso, y así podría seguir... Son esas personas que todo lo que tocan lo contaminan, que contagian al mundo de su monótona melancolía o de sí mismos, que te rozan y te trastocan o te marean o te derrumban o te mitigan. Tienen el poder de mostrarse zalameros y convincentes (en una manera más pegajosa que las personas - imán, que suelen ser más bipolares), y atraerte como la miel a las abejas. Pero cuando te acercás sueltan esa pócima que te transforma y ya no volvés a ser el mismo.
A veces el veneno tiene la propiedad de quedarse dentro del infectado e ir soltándose poco a poco, afectando también a otras personas. Otras veces es rápido y certero y acaba en segundos con el envenenado. Y en pocas ocasiones, endura dentro de la víctima y va comiéndosela de a poco, de dentro hacia fuera; o vaga por su cuerpo hasta encontrar el corazón.
No siempre el proceso es doloroso. A veces es suave, meloso, acompasado; y el contagiado se ve dulcemente consumido, casi sin darse cuenta. Pero una vez envenenado, nadie tiene salvación. Se quiera o no, el que conoce a una persona - veneno, se ve condenado.
Aunque una de las razas más importantes, también es una de las más exóticas y raras de encontrar. Y para contrarrestar los males que éstas acarrean, están las personas - antídoto. Cualquiera puede ser una persona - antídoto bajo cierta luz. Las personas - olvido, las personas - excusa, las personas - volver a empezar, las personas - comparación... Pero esta clase de gente no ataca la fuente del problema, sino sólo el veneno. Lo hacen latir más despacio, lo esconden, lo aletargan; y la ponzoña pierde su efectividad mortal pero sigue contaminando.
Sobra contarte qué clase de persona - veneno fuiste para mí. Quién hubiera dicho que no iba a reconocer tu peligrosidad al instante, y me iba a dejar intoxicar tontamente. No fue tu veneno, por cierto, ni rápido ni doloroso, sino que me fue llenando y desbordando poco a poco; carcomiendo mis alegrías, mis anhelos e ilusiones, mis metas, arruinando todo hasta que al final sólo quedaste vos y tu causa, viéndome caer.
No siempre la maldad se encuentra en la naturaleza de las personas - veneno. A veces ellos no tienen la culpa del desastre que ocasionan. No te culpo. Yo me dejé encandilar por tus palabras y llenar con ese elixir que disfrazaste tan bien, que me brindaste como la más deliciosa panacea a mi soledad y que resultó en la más amarga de mis desesperaciones. Pero sé que no querías que fuese así. A veces, las cosas simplemente pasan.
Y ya ves, aquí estoy. Aún no puedo sacar de mi cuerpo toda esa ponzoña que dejaste, ni librarme de las pesadillas, ni dejar de sentir una opresión en el pecho cuando te veo. Los mareos, los temblores y la agitación siguen siendo una constante cada vez que estás cerca. Pero he encontrado a mi persona - antídoto, y con él te dejo atrás.
Quién sabe. Quizás hasta sea posible que tu influencia no haya sido lo suficientemente efectiva y yo pueda consumirme en paz sin lastimarlo, sin contagiarlo...
María Cielo Aguilera.-

miércoles, 2 de noviembre de 2005

Inconformidades






















Qué feo ha de ser
querer gritar
y tener la lengua arrebatada de cactos,
correr
y que las piedras te ofusquen los pies,
querer mirar
y que una lágrima te empañe el paisaje,
buscar
y que te pierda tu memoria,
querer amar
y que el pasado te atenace el espíritu.
Qué feo ha de ser
vivir
sabiendo que llega la muerte,
querer ser libre
cuando ya cortaron tus alas,
desear la verdad
donde todas son máscaras,
querer llorar
cuando todos esperan sonrisas,
tener
sabiendo que al final todo es efímero.
Qué feo ha de ser
querer morir
y que te claven una lanza en el costado,
pedir ayuda
y hallar sólo excusas,
querer encontrarse
y que todos los espejos estén quebrados,
desear
y reconocer que no es debido,
querer caminar
y que no haya huella ni camino.
Qué feo ha de ser
querer ganar
sabiendo que todo está ya perdido,
luchar
Donde la adversidad es más fuerte,
querer dormir
cuando las pesadillas pueblan tus sueños,
saber
donde no se puede vociferarlo,
querer matar
sabiendo que uno mismo ya ha muerto hace tiempo.
¡Qué feo ha de ser
nacer sirena
y no poder volar!

martes, 1 de noviembre de 2005

El alfa y el omega

La sombra se le apareció al pastor aquella mañana.
- ¿Qué quieres..? ¿Mis ovejas?
- No quiero nada con tus animales. Me aburre su pasiva estupidez, su tranquila entrega ante lo inevitable. Prefiero tu esencia... Es más entretenido ver luchar inútilmente a tu raza contra lo que no pueden comprender, pelear contra algo que no pueden vencer...
- ¿Quién eres?
- Soy aquello a lo que todos temen, por más que me conozcan, por más que me vean constantemente en sueños o despiertos. Soy el alfa y el omega, el lugar de todos vienen y a donde todos se dirigen. Soy la esperanza de muchos y el vacío para todos. Soy todo lo que en mí quieras ver, no tengo otra forma más que la que inventan tus fantasías...
El pastor comprendió y cayó de rodillas.
- Llévame, entonces - le dijo
Pero, como si lo desoyera, el lobo que él estaba viendo frente a sí, con un gesto de hastío se alejó y comenzó a devorar las ovejas.
Lo que el hombre no comprendió en ese momento, es que la muerte siempre llama dos veces, para dar fe de su existencia y sembrar el horror en la carne; porque le aburre la pasiva estupidez y la tranquila entrega de los que no le temen...


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